viernes, 28 de enero de 2011

Recuerdos con rosas rojas.





Sonriendo. Iba sonriendo a su encuentro, había vuelto a dejarle descolocado, pero yo también sabía dejarle con ansias de algo.
Como siempre, comencé a andar de nuevo sola en aquel extraño lugar que tenía todo aquello que podía complacerme. Cada día que pasaba allí, descubría un lugar nuevo al que ir. Extraño, porque estaban hechos para mí. Pensé en volver a tocar y revivir el aullido de la preciosa loba que nos acompañaba, ¿dónde estaría? Llevo yendo ya varios días y ella no está.
Cerré los ojos, estaba pensando demasiado. Mente en blanco. Y la noté en mi bolsillo. Allí estaba. Mi armónica. Comencé a tocarla a través del viento, quizá hoy quería llamar a la señora tranquilidad, recordar recuerdos tranquilos (mire al cielo) y esperar a que anochezca para imaginar en las numerosas constelaciones las respuestas a cosas ilógicas. Sí, eso era yo. Ilógica. Cerré mis pensamientos y continué tocando.


-No la vas a volver a ver.-


Me giré y allí estaba con el rostro serio y los ojos clavándose en mí.


-¿Dónde esta Hiena?-


-Murió.-


-Vaya, cuanto lo siento.-


-Como ves, no eres la única que pierde cosas.-


- Pero sí, soy la única que viene a este lugar y puede compartir contigo esa tristeza.-


-Acaso lo hiciste tú.-


-No.-


-Sabes de sobra que no tengo que decirte nada sobre estos temas, me entiendes perfectamente con otro lenguaje, asique, calla ya.-

-Siéntate. Voy a tocarte.-


Teníais que haber visto la sonrisa picarona que se le puso, pero no. Mis manos suavemente la rozaban y mis ganas de soplar no cesaban. La armónica hoy se había vuelto a convertir en parte de mí y mis pensamientos. Paré.


- Eso es cuanto lo siento en mi lenguaje.-
Él se levantó derrepente y me tendió una mano para que me levantara. Me cogió en volandas y me cerró los ojos suavemente. Notaba su pecho correr rápidamente hacia algún lugar y después…Silencio. ¿Dónde estaba?

-Abre los ojos pequeña.-


Era realmente precioso, había un montón de rosas rojas y en el centro un surco. Cerré los ojos y recordé lo bonita que era y lo muchísimo que me transmitía. Me percaté que estaba en la misma torre donde esa noche perdí la cabeza hace mucho tiempo, pero esta vez era diferente. Estaba derruida y en medio solo había ese jardín inmenso donde siempre estará uno de los mejores recuerdos para él. Sí, esa noche solamente nuestra mente se invadiría por ese aullido que acompaña ese fuerte viento que tanto nos dice.


-El viento es mío, los soplidos son para ti.- murmuré.


Y así volví a apoyar mi cabeza contra su pecho y volvimos una noche más a perder la cabeza en ese mundo [in]entendible.

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